Prueba Volkswagen Beetle 2.0 TSI 200 DSG: carácter neo retro

© Cochesafondo

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Prueba realizada por Roger Escriche

stampQue Volkswagen decidiera prescindir del ‘New’ (Nuevo) en la denominación de la última generación del Beetle nos indica que para los responsables de la firma alemana era importante empezar de cero y desarrollar un coche completamente nuevo, capaz de corregir los defectos de su predecesor para llegar a un público mucho más amplio.

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El Beetle dejó de ser simplemente algo ‘Nuevo’ y divertido. Ya no se trataba de presentar una recreación simpática de uno de los modelos más vendidos de la historia de la automoción, y menos cuando la gran rival Mini estaba empujando lo suyo (y vendiendo coches a mansalva) a base de comportamiento dinámico, refinamiento y prestaciones.

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Por eso el Beetle es ahora un coche infinitamente más práctico que su predecesor. No se ha renunciado a la estética neo retro, por supuesto, pero dejando claro que el Beetle es también un coupé para todos los públicos creado sobre la plataforma del Golf y con una oferta de motorizaciones muy completa. Cuando se trata de vender coches, es mejor dejar a un lado las frivolidades: adiós a las florecillas en el salpicadero.

Una buena prueba de todo ello es la versión que traemos a Cochesafondo.com, equipada con el 2.0 TSI de 210 CV acoplado al cambio DSG. Es evidente que no se trata de un reclamo para alguien que solo busque un coche con una estética particular y divertida. Más bien apela a todo lo que tiene el Beetle de coupé deportivo, que es lo que nos proponemos explorar.

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Resulta que el 1.4 TSI se acerca cada día más peligrosamente a los 200 CV mientras que el 2.0 TSI apunta directamente hacia los 300 CV en la futura generación de compactos radicales del Grupo Volkswagen, léase Audi S3, Golf R, o SEAT León Cupra R. Así que los 210 CV del 2.0 TSI con inyección directa y turbocompresor son hoy por hoy algo así como “la versión básica” de este tetracilíndrico de dos litros, ya reservado únicamente para modelos realmente prestacionales.

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Esta cuestión explica en realidad las sensaciones que obtenemos cuando aceleramos a fondo con el Beetle 2.0 TSI. Si las versiones más potentes de motores de gasolina con menor cilindrada nos ofrecen un tacto más rabioso, los 210 CV a 5.300 rpm del Beetle nos proporcionan la aceleración contundente que se espera de un motor con su nivel potencia, pero sin sobresaltos y de forma exquisitamente lineal.

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Por eso el Beetle 2.0 TSI no deja de ser un coche relativamente racional que, a pesar de sus tremendas reservas de potencia, no nos está pidiendo guerra constantemente. Se deja conducir suavemente, aunque basta con agudizar un poco el oído para darse cuenta que lo que reposa debajo del capó no es precisamente un motor convencional, sino un motor capaz de regalarnos deportividad a raudales.

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Todo ello encaja muy bien con el planteamiento estético de un coche que, a pesar de vigorizarse un poco respecto a su generación precedente nunca será, ni lo pretende, el coupé netamente deportivo que sí es el Scirocco.

El paquete se redondea en este caso con la transmisión de doble embrague DSG en su versión de seis velocidades, que como siempre es un prodigio de velocidad y precisión. No está de más recalcar que este cambio nos ayuda realmente a conducir, es más rápido que la gran mayoría de conductores y además nos deja suficiente margen de actuación para llevar el rendimiento del motor allá donde nos apetezca. El único pero, por ahora, es que los consumos homologados son ligeramente superiores a los de la versión manual, con una media de 7,6 l/100 km que, durante la semana que pasó por nuestras manos, se convirtieron en unos más que razonables 8,5 l/100 km.

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Que sobre la misma plataforma sobre la que se asienta este Beetle se fabriquen modelos como el Golf o el Scirocco no significa que estemos hablando exactamente de lo mismo. En Volkswagen tenían claro que había que dotar al neo retro de la familia de un comportamiento específico acorde con su planteamiento estético.

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Por eso inicialmente nos sorprendió que un compacto con más de 200 CV a las ruedas delanteras montara unos neumáticos (215/55 R 17) relativamente estrechos y de perfil bastante alto si tenemos en cuenta lo que se lleva en el segmento. Con ellos se pierde parte de la precisión en la trazada de la que gozan sus hermanos de plataforma, a pesar de que la dirección nos pareció igualmente directa. Algo parecido pasa con el equipo de suspensiones, que sin perder demasiada efectividad son capaces de tratar a los ocupantes con suma delicadeza.

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En definitiva, que a pesar de estar equipado con un motor de deportivo el Beetle no ha renunciado a un punto extra de amabilidad que agradecerán los conductores atrapados por su particular estética y que solo esporádicamente quieran darse un buen garbeo por una carretera de montaña.

Como siempre, la calidad de rodadura es otro de los elementos a destacar en un Volkswagen. El único aspecto mejorable es el ruido aerodinámico generado por las particulares formas de la carrocería, que a velocidades elevadas puede ser molesto.

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Uno de los puntos de mejora más cruciales en la nueva generación del Beetle era el de la habitabilidad, empezando por dibujar una línea del techo menos pronunciada que la de su predecesor para dejar un poco más de espacio en las plazas traseras. El resultado, a pesar de perder 12 mm de altura para conseguir unas proporciones más deportivas, son dos plazas traseras bastante decentes, aunque sin alardes. Se trata de dos plazas justas especialmente para las piernas, pero con la altura suficiente para acomodar a dos adultos.

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Con el maletero pasa algo parecido, aunque el incremento de los escasos 209 litros de la anterior generación hasta los razonables 310 litros de la actual es realmente destacable. Estamos hablando de un maletero digno de su nombre, cuyo único defecto reseñable es que podría haberse mejorado el aspecto con los asientos abatidos, puesto que también se ha realizado un importante esfuerzo para diseñar una boca de carga capaz de digerir bultos grandes.

El Beetle sigue siendo con todas las mejoras palpables un coche “ideal parejas”. Los dos ocupantes delanteros gozan de todo lo deseable en un compacto. Ergonomía excelente, un diseño desenfadado y de calidad con numerosos detalles que lo dotan de personalidad propia, y unos asientos cómodos y envolventes. La visibilidad, teniendo en cuenta las particulares formas del vehículo, también es buena, así como el nivel de calidad percibida, que como es habitual raya la excelencia.

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Uno de los aspectos clave en la reconversión de la última generación de Beetle era dotarlo de algo más que una estética particular inspirada en uno de los coches más vendidos de la historia, con el objetivo de llegar a un público más amplio. El 2.0 TSI con 210 CV que esconde debajo del capó la unidad de la prueba es sin duda un argumento de peso al respecto.

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Sin alcanzar el nivel de comportamiento de un Golf o un Scirocco, este Beetle deja claro que también puede der un coupé deportivo a tener en cuenta, aunque sus inconfundibles formas nos exijan pagar algún que otro peaje en habitabilidad y practicidad.

El Volkswagen Beetle 2.0 TSI 210 CV Sport está disponible a partir de 28.370 €, 1.800 € más si nos decidimos (siempre acertadamente) por montar el cambio DSG de 6 velocidades. Ya puestos, también podemos decidirnos por montar el paquete R-Line, con lo que el precio final se situará en los 32.020 €. Por supuesto, junto a este nivel de prestaciones también se nos ofrece una larga lista de equipamiento que incluye un cuadro de instrumentos adicional, paquetes con asistente de aparcamiento, o bellísimas llantas de inspiración clásica además de los habituales equipamientos de seguridad y entretenimiento.

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