Prueba Porsche 911 ST «Backdating»

Prueba Porsche 911 ST «Backdating»

Prueba y opiniones por Gaby Esono

El Porsche 911 es, probablemente, el coche más conocido del planeta. Su silueta permanece prácticamente invariada desde que, allá por el año 1963, la firma alemana presentara en el Salón de Frankfurt el prototipo de un modelo llamado a suceder al Porsche 356.

Hay quien dirá -y yo me incluyo entre ellos- que Porsche es en gran medida esclava del éxito del «nueveonce», cuyos valores están tan aferrados en el imaginario colectivo automovilístico que no es posible imaginar un sucesor de esta estirpe que no los cumpla a rajatabla: inconfundible carrocería coupé 2+2 que aloja, colgada tras el eje trasero, un motor bóxer de seis cilindros.

Hay que reconocer que a medida que iban pasando las décadas, el rígido planteamiento inicial se tuvo que ir relajando para dar cabida a esquemas y tecnologías que mantuvieran las prestaciones -también la seguridad y la eficiencia- en un nivel equivalente al de los rivales que le han ido saliendo al paso. Algunas con retraso, como la refrigeración líquida que se hizó esperar hasta el Porsche 996 de 1997; otras heréticas, como la tracción a las cuatro ruedas que estrenó el Porsche 964; y no olvidemos la revolución de la caja de cambios Tiptronic que también aportó esta tercera generación del Porsche 911, porque hoy no se plantea el desarrollo de un cambio automático que no disponga de la posibilidad de manejo secuencial.

Por edad, y por desarrollo profesional, mi primera experiencia seria al volante de un Porsche 911 se remonta a hace poco menos de 4 años y la unidad utilizada cuadraba a la milésima lo que para muchos este deportivo es hoy: se trata de la prueba del Porsche 991 Carrera 4 con cambio automático PDK, el de doble embrague de la marca.

Recuerdo que cuando lo conduje tuve la extraña sensación de estar remontándome a los años 60, quería imaginar qué sintieron los primeros que condujeron uno de los modelos originales, y me sorprendió el increíble trabajo de Porsche para conseguir que un coche del siglo XXI rezumara, aunque fuera sutilmente, el aroma de antaño. De verdad que me creí que lo habían logrado. Hasta hoy.

Hace un par de años conocí en la presentación del ya desaparecido SEAT Ibiza Cupra a Dani Blasco, un trotamundos del mundo del motor al que te aconsejo que trates de seguirle la pista. Entre sus muchas actividades (una de ellas ayudarme en la sesión de fotos de esta prueba), está en contacto con reconocidos profesionales especializados en coches clásicos y, entre ellos, se encuentra Julià 911. Esta empresa se dedica al mantenimiento, preparación y restauración de modelos de Porsche y, entre sus servicios más especiales, se encuentran las operaciones de «backdating» de unidades de Porsche 911. Es decir, le dan a un Modelo G, el producido entre 1973 y 1988, el aspecto de un nueveonce original.

No hay nada como estar metido de lleno en un mercado para conocer las necesidades de quienes lo componen, y en Julià 911 saben que muchos de los que tienen o podrían tener un Porsche 911 de hace 40 años lo que realmente desean es poder guardar en su garaje una de las cotizadísimas versiones del primer modelo.

Para todos ellos, esta empresa barcelonesa les ofrece la posibilidad de disfrazar su coupé hasta donde haga falta. Capó alargado, faros y pilotos en consonancia, fuera el paragolpes con amortiguador de impactos, vuelta a los cromados… La atención a los detalles es propia de un orfebre y, como digo, el límite lo marca la voluntad del cliente, o su presupuesto.

Habrá puristas que se lleven las manos a la cabeza, pero a quien no le guste, que no mire. De lo que no hay duda es de que el trabajo, a primera vista, es espectacular y, además, se mantienen intactas las prestaciones del modelo de origen, que no las del original. Y eso, por muy de la antigua escuela que se sea, siempre es una ventaja.

El caso de la unidad concreta de esta prueba, un 911 3.2 de 1985, se preparó para crear un nuevo Porsche 911 ST. Ahí es nada, porque se trató de una variante muy especial, pensada para la competición, de la que se produjeron poco más de una veintena de unidades en 1972.

He de reconocer que me costó unos cuantos kilómetros hacerme a las sensaciones de este deportivo clásico. La posición y tacto de los mandos y pedales eran, realmente, de otro siglo. Lo mismo que la sonoridad del motor bóxer, mal contenida cuando rodaba por las calles de Barcelona, y auténtica protagonista cuando nos lanzamos por la autovía, buscando una carretera donde hacer realidad el sueño de conducir este oldtimer. ¿Cómo oirían la radio original con los altavoces de aquella época?

Sí, me costó hacerme al coche. A su dirección sin asistencia, a la certeza de que éramos él y yo, sin amables filtros electrónicos que disimularan mi impericia. Casi 25 años conduciendo, centenares de miles de kilómetros acumulados, alguna decena de cursos de conducción acreditados, y me sentía como un auténtico novato al volante, no lo olvidemos, de un auténtico deportivo, pero uno de los de antes, de los que anunciaban sin tapujos que estaban hechos para hombres y que, estoy seguro, yendo al límite no me habría perdonado ni una sola dubitación. No le di la ocasión de ponerme a prueba. Ni falta que le hizo, porque la intensa sesión con él me dejó exhausto.

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