Prueba Mazda3 MPS: benditas siglas

 

 

 

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Prueba realizada por: Gabriel Esono

El segmento de los compactos ha dado en los últimos tiempos un salto cualitativo muy importante. Tanto las plataformas alargadas como las elaboradas suspensiones, especialmente las que cuentan con esquemas multibrazo, contribuyen a que muchos de ellos puedan presumir de una pisada de coche grande, manteniendo sin embargo unas medidas -y pesos- relativamente contenidos. Eso sí, eso de la «categoría de los 4 metros» ha pasado a mejor vida y, sin ir más lejos, este Mazda3 supera los 4,5 metros de coche.

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Como decía, el desarrollo de los bastidores ha permitido a las marcas crear coches «más coches» entre la gama media-baja y, entre ellos, se está manteniendo un nicho en el que tienen cabina versiones especialmente vitaminadas, propulsadas por mecánicas que atisban, cuando no superan, el antaño inimaginable límite de los 300 CV para un coche con tracción delantera.

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El Mazda3 MPS pertenece a esta legión de automóviles de corte radical a la que se han sumado marcas de todo tipo. Renault, con las sucesivas generaciones de su Mégane Sport, busca ser el más efectivo en un grupo donde el SEAT León Cupra R destaca por su equilibrio y el divertidísimo Volkswagen Scirocco R ocupa el lugar destinado a su hermano el Golf R, si no fuera porque sus 270 CV están juiciosamente gestionados por la tracción total 4Motion.

En la misma tesitura que el VW Golf se encuentra el Audi S3, cuyo prolífico motor 2.0 TFSI con turbo e inyección directa compensa con una progresiva patada la refinada sinfonía del 6 cilindros del BMW 130i. Estos dos están en un párrafo aparte sólo porque tienen un escudo que los señala como producto de marca premium, pero en este rango de potencia los anillos se pierden en el aparcamiento.

Con un cilindro menos que el pero con un carácter verdaderamente arisco se presenta el prácticamente extinto Ford Focus RS, que con sus 305 CV deja a todos los demás un paso por detrás, especialmente a la versión que tiene por debajo, el Focus ST, que parece casi tranquilo a su lado.

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El Mazda3 MPS aparenta ser una mera alternativa exótica frente a tanto coche «normal». Ahora bien, la entrada de aire en el capó, las enormes ruedas o el indisimulado spoiler trasero señalan que éste no simplemente un coche familiar distinto de los muy vistos franceses o alemanes. No, este japo tiene un algo que quizá sólo los más entendidos sean capaces de ver y, con él, más de uno podría atreverse a tutear a algún todo atrás que se cruce por el camino. Veamos por qué.

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Si algo caracteriza a un Mazda MPS, está claro que donde lo vas a encontrar es bajo su prolongado capó. En esta segunda generación del Mazda3, la marca vuelve a confiar en la inyección directa DISI (Direct Injection Spark Ignition), convenientemente optimizada para adecuarse a la futura normativa antipolución. Hay que decir que es una suerte que las marcas se hayan decidido a apostar por esta tecnología, menos castrante que cuando empezaron a imponerse los catalizadores.

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El propulsor MZR del Mazda3 MPS es un 2,3 litros de cuatro cilindros que entrega la friolera de 260 CV. Sin ser un récord para un tracción delantera de su segmento, la alta cilindrada en comparación con la mayoría de sus rivales hacía presagiar que el rendimiento sería digno de elogio.

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En efecto, lo es. Aunque anuncia un par máximo de 380 Nm a 3.000 rpm, lo cierto es que la fuerza con la que empuja el turbocompresor empieza a ser descomunal mucho antes y, francamente, cuando tratas de buscar su límite no se sabe qué llega antes, si el cambio a una marcha superior o el dolor de tus dientes apretándose entre ellos.

Lo digo en serio, sube de vueltas con tal poderío que en carretera abierta te bastarían un par de velocidades para que se iluminen todos los pórticos al verte pasar. En carretera cerrada es otro cantar, porque ese mismo portento mecánico se empeña, reducción tras reducción, en ponerte las cosas más bien difíciles. Te obliga a estar muy concentrado en lo que estás haciendo si quieres mantener el ritmo que este coche es capaz de asumir y, aunque lo estés, puedo asegurarte que en determinados momentos el trabajo se te acumulará.

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Afortunadamente, el cambio manual de 6 velocidades ayuda bastante en tales menesteres. No es especialmente rápido porque resulta un tanto duro, pero su precisión es de lo mejorcito que hemos visto por aquí. La marca dice que la desmultiplicación de todas las marchas se ha alargado ligeramente respecto al MPS anterior, lo cual me hace sospechar que el anterior MPS era casi indomable y han querido dulcificarlo un poco. Lo siento chicos, vuestro Mazda sigue siendo una maravillosa mala bestia.

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El montaje de un esquema McPherson en el eje delantero y un multibrazo en el trasero comienza a ser moneda común entre los compactos. Lo que ya no es tan común es la habilidad para lograr que una plataforma de turismo medio sea capaz de digerir el potencial de un motor como el de este Mazda3 MPS.

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Partiendo de la base del muy efectivo Mazda3 civil, los ingenieros de la firma de Hiroshima han optado por montarle unos muelles y amortiguadores más duros, así como unas barras estabilizadoras de mayor diámetro. Con ello, y con unos neumáticos 225/40 montados sobre llantas de 18″, han conseguido un comportamiento mucho más divertido que el de sus hermanos de gasolina.

Divertido, en esta ocasión, es un eufemismo de exigente. De la misma manera que el motor, las reacciones de puro nervio que transmite su bastidor requieren mano dura si no queremos que a los CV de este deportivo les dé por largarse por donde no esperamos.

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Sería injusto achacar toda la responsabilidad de este talante tan sólo al rigidísimo bastidor, ya que lo que se esconde justo delante de nuestros pies es un diferencial autoblocante con sensor de par que tiene mucho que decir en este sentido.

En Mazda han trabajado para minimizar las típicas reacciones que se perciben en el volante cuando se conduce un tracción delantera con este mecanismo, pero la física manda y, si uno no trata cariño el acelerador cuando el coche está en apoyo, la tendencia será casi siempre a meterse hacia dentro de forma directamente proporcional a nuestra falta de tacto.

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En general podría decirse que esto es de agradecer si se busca hacer tiempos, ya que la natural tendencia al subviraje desaparece como por arte de magia. Pero cuidado, porque todo lo que pasa en el Mazda3 MPS sucede mucha rapidez y gran vehemencia.

El significado de este párrafo escrito en clave es que la tendencia a irse de morro, que uno espera de cualquier tracción delantera, en este compacto radical sólo aparece cuando nos hemos colado (y en ese caso te da exactamente igual qué ruedas tengan la culpa del lío en el que nos metemos) y que la mejor forma de solucionarlo, contra lo que mandan los manuales de cualquier curso de conducción, es acelerar sin piedad.

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Si lo haces, agarra bien fuerte el volante y prepárate por si a la zaga le da por cobrar vida propia.

Para redondear un panorama fantástico, los frenos son terriblemente eficaces y resistentes. Si nos ponemos un poco tontos, quizá se podría mejorar un poco el tacto, pero como todo el coche es duro, no desentona con el tono general de deportividad con la pizca justa de compromisos.

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Este apartado es en el que los compactos de rabiosas prestaciones como el Mazda3 MPS ganan de calle frente a los pequeños y bajitos coupés como podría ser el VW Scirocco.

En el Mazda entras como un señor y te acoplas en cualquiera de los asientos delanteros de tapicería mixta de piel y tela. Te engañan, porque te acogen con firmeza pero con la suficiente amabilidad como para sospechar que apenas hay centenar y medio de caballos atmosféricos bajo el capó.

Craso error, porque en cuanto presionas el botón de arranque el sonido que emana de la doble salida de escape retumba en las paredes del garaje para pedirte sin embudos que lo lleves lejos de la mundanal urbe.

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La calidad de acabados y materiales está, como es habitual en la marca, dentro de lo que se suele encontrar en el mercado. Esto tiene varias lecturas, porque si bien las pretensiones de este coche van más dirigidas a aquellos aspectos que te llevan al cielo, cuestiones mundanas como la apariencia del cuero, o la habitabilidad trasera, no suben la nota media de un coche que, es justo recordarlo, quiere apuntar a cotas más altas que las de la mayoría de constructores generalistas.

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De todas formas, esto es hilar muy fino a la hora de juzgar un habitáculo plagado de detalles que delatan las intenciones de lo que se esconde apenas unos centímetros por delante.

Aparte de la mencionada tapicería específica y las formas envolventes de sus cómodos asientos, el interior cuenta con la inscripción MPS presidiendo la esfera del cuentavueltas, así como los pedales de aluminio o inserciones con sugerentes motivos rojos. Si por fuera no fueron demasiado sutiles, no había razón para serlo dentro, y menos cuando pones en marcha el motor…

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A la hora de valorar si el Mazda3 MPS vale lo que cuesta, no está de más recordar lo que comentamos en la comparativa que publicamos hace unas semanas con el Volkswagen Scirocco R: no hay ningún argumento cabal que justifique la compra de un coche de 4 metros y medio con 260 CV.

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Si se tiene asumido que uno carece del punto de cordura que impide invertir 31.950 € en un coche de aspecto familiar pero con talante claramente radical, la compra le resultará todo un acierto.

En el caso de que necesites argumentos convencionales para convencer a tu pareja, deseosa de comprar un coche típico de una típica marca premium, puedes probar con algunos como la elogiada fiabilidad de Mazda, de que la del Mazda3 es una línea diferente al resto, que el espacio atrás, sin ser excelso, admite fácilmente dos sillitas infantiles y, sobre todo, que su precio incluye un equipamiento de serie con prácticamente de todo.

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Faros bixenón adaptativos, asistente de cambio de carril (RVM), sensor de luz y de lluvia, tarjeta inteligente, climatizador bizona, navegador o sistema de sonido Bose son sólo algunos de sus ingredientes, aunque al final poco de eso tiene importancia cuando lo que en realidad te debería importar es si serás capaz de encontrar sus límites antes de que él encuentre los tuyos.

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Las siglas MPS que la firma japonesa acostumbra a ponerle a sus versiones más extremas tienen un significado muy poco sutil: Mazda Performance Series.

Si Mazda fuera una de esas marcas con grandes volúmenes de ventas, es probable que estas tres letras hubieran trascendido el mundo del automóvil hace tiempo, y estarían adheridas en las carpetas de miles de adolescentes.

Sin embargo, para bien o para mal, cuando circulas por la calle con este coche y ves que alguien se gira para buscar el logo delator, puedes estar seguro de que ése ha leído más de una página web como Cochesafondo.com y no tienes que explicarle muchas cosas de él.

Por eso tal vez sepa que los modos de este Mazda3 son rudos, a veces salvajes, y que le da igual como te comportes. Por muy dulce y fino que seas al volante, te tratará como un novato si no estás por lo que estás.

Ahora bien, si eres capaz de imponer tu voluntad (algo para lo cual es recomendable haber sido bien adoctrinado en esto de manejar el volante…), descubrirás, como he descubierto yo, un mundo de sensaciones que, ahora que ya no lo tengo en el garaje, creo que tardaré en recuperar. Y no te imaginas como lo lamento.

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