Prueba Kia cee’d 1.6 CRDi Eco-Dynamics: algo más que un tipo normal

 

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Prueba realizada por Gaby Esono

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He de reconocer que me ha costado escribir la introducción de esta prueba. La he tenido que empezar varias veces porque, al pensar en la marca, lo que me venía a la cabeza era el recuerdo de un compañero alemán, en un trabajo que tuve antes de dedicarme a esto de escribir sobre coches, nos contó que se había comprado un Kia Shuma.

Ha pasado una década desde aquello, y en este tiempo han cambiado mucho las cosas. No me refiero a la crisis, que también, sino a la evolución de Kia, acaso la más significativa en el mundo del automóvil.

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Supongo que, de la misma forma que debió pasar con los coches japoneses, era cuestión de tiempo que los productos coreanos acabaran adaptándose a nuestros gustos. Ya es gracioso que para esto sí seamos plenamente europeos.

De modo que después de unos años en los que Kia se ha ido dando a conocer en nuestro mercado con modelos cuyo mayor valor añadido era lo poco que costaban en relación a su tamaño, de repente un día nos despertaron con un coche que no tenía nada que ver con lo que nos habían mostrado hasta entonces. Había nacido el cee’d.

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La carrocería, sin ocultar sus orígenes asiáticos, ya no daba sensación de “low cost”. La gama de motores incluía variantes diésel. Y, además, la garantía de la marca es de nada menos que 7 años.

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Así que cuando pienso en un compacto como el Volkswagen Golf, cuya carrocería viene siguiendo los mismos patrones desde hace casi 40 años, o en el Peugeot 308, que mantiene una estabilidad estética de modelo familiar, me pregunto si los valores tradicionales que cada marca representa (lo mismo vale para el Citroën C4, el Renault Mégane, el Ford Focus, el Opel Astra, el Alfa Romeo Giulietta, el Fiat Bravo o incluso el Honda Civic) deberían tener más peso que el puramente racional cuando de lo que se trata es, simplemente, ir de A a B con unos mínimos de confort, seguridad y eficiencia.

Kia ha pasado de contar con una modesta gama de motores de gasolina a ofrecer, en el caso del cee’d, un abanico de motorizaciones que, si bien no llega a los excesos de los fabricantes alemanes, sí se ajusta bastante a la demanda del grueso de usuarios.

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Aunque esta primera generación del cee’d tiene los días contados, aun quedan unidades en stock de la variante que pasó por nuestras manos, el 1.6 CRDi de 115 CV, con cambio manual de 6 velocidades y sistema ISG (Intelligent Stop&Go) que para el motor automáticamente cuando se detiene el coche y lo vuelve a arrancar cuando se va a reiniciar la marcha.

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Este bloque cuenta, pues, con los requerimientos básicos para un motor diésel de un compacto racional. La Inyección directa common-rail y el turbo de geometría variable son los responsables de colocar las prestaciones del Kia cee’d en línea con lo que se puede esperar de un propulsor de este tipo

Su respuesta es buena, pero se ve penalizada por unas relaciones de cambio extremadamente largas y porque el turbo no empieza a dar auténticas señales de vida hasta poco antes de las 2.000 rpm. Los 255 Nm de par motor (todo un récord entre los de su cilidrada) están ahí, pero reclaman que los acompañes con un uso intensivo del cambio de marchas, de tacto más bien suave, si quieres sacar auténtico provecho de ellos.

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Si, por el contrario, lo que necesitas es que ir de A a B te cueste lo menos posible, tengo buenas noticias: el Kia cee’d con este motor ha sido el compacto que menos nos ha consumido entre sus rivales directos. Es cierto que la mayor parte de los 840 km que hicimos con él fueron por autopista, pero en muchos momentos poniendo atención a los radares, de modo que los 6,0 l/100 km de media que nos pidió sólo se me ocurre considerarlos como estupendos.

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Siempre me ha llamado la atención la manera como cada marca tiene de hacer que sus coches se comporten de una forma u otra. Por poner dos extremos completamente opuestos, la comodidad que proporcionan los suaves tarados de suspensión de un Citroën C4 no tiene nada que ver con la eficacia ejemplar que muestra un SEAT León desde la primera curva.

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Si tuviera que ubicar al Kia cee’d entre estas dos referencias, lo dejaría justo en el centro, pero con matices. Del mismo modo que me ocurrió, más o menos, con el Hyundai Veloster, el compacto de Kia se comporta de forma más que correcta cuando el asfalto es impecable. Los apoyos son francos, el eje delantero no duda en meterse en la curva y el trasero no pierde la compostura, siempre que nos comportemos dentro de un orden.

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Es subvirador, porque hoy en día casi todos los coches lo son (incluso algunos tracción trasera), pero no desesperante cuando se va rápido. Y este comportamiento, además, va acompañado de una absorción notable de las irregularidades.

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El problema llega cuando combinamos firme accidentado con curvas y ritmo alto. En esos casos, parece como si la amortiguación, que tan correcta parece cuando se comprime, va un poco suelta cuando se extiende, con lo que el cee’d no transmite la misma confianza en esas circunstancias tan específicas.

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Cuando alguien se atreva a juzgarte por haber comprado un Kia, lo único que te hace falta es meterlo en el cee’d para que se calle un rato. Cada vez quedan menos coches en los que se pueda criticar una cierta falta de celo en la calidad de los acabados, y el Kia cee’d no será uno de ellos.

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Quizá por esa idea preconcebida que se puede tener de la marca, sorprende un poco más el salto que han dado respecto a productos anteriores. Y es que a pesar de que el diseño no entusiasma y de mantener algún pequeño detalle que desentona respecto al conjunto (el aspecto y posición del mando de apertura del depósito de gasolina recuerda a otros tiempos) desde luego tampoco da la sensación de ser un coche de bajo coste, porque de hecho ya no lo es. O no lo es tanto como antes, por lo menos.

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Así, salvado con buena nota el primer escollo de la presencia y tacto de materiales, sólo queda centrarse en aspectos como el espacio interior, en la media, o la capacidad del maletero, algo justo (340 litros) teniendo en cuenta que el Volkswagen Golf, por coger un ejemplo al azar, cuenta con 350 litros a pesar de ser casi 5 cm más corto que los 4.260 mm de longitud que declara Kia para su compacto.

Pero ha llegado un punto en el que si un coche, al plegar los asientos traseros, me deja una superficie completamente plana, se lo disculpo casi todo. Ojalá hubiera llevado una rueda de repuesto del mismo tamaño que las de serie.

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Esta primera generación del Kia cee’d ha significado toda una revolución para la marca, que se colocó automáticamente un escalón o dos por encima de donde estaba. Ahora los fabricantes europeos, tan asentados en sus posiciones de privilegio en el mercado doméstico, se encuentran con que lo que viene de Asia, chinos aparte (de momento), no desentona en una comparativa directa, para felicidad de todos los usarios.

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Porque ahora la decisión de compra de un coche como el cee’d ya no es tanto si tengo dinero o no, sino si me merece la pena pagar más. Si la compra de un coche puede ser racional, en el segmento de los compactos pocos modelos hay que se ajusten tan bien a las premisas básicas de movilidad del siglo XXI: que sea cómodo de conducir y seguro (la seguridad pasiva se le supone; la activa viene de serie); que gaste y contamine poco; y, ya puestos, que incluya ciertos elementos de confort.

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Pues con el climatizador bizona de serie, la radio-CD con conexión USB, el control de crucero, seis airbags, reposacabezas activos, faros antiniebla y manos libres Bluetooth, no se echan de menos las opciones en un coche que de tarifa sale por 19.040 euros pero en el que la marca está aplicando descuentos de más de 3.000 euros.

 

 

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