El año 2015 empezó fatal en cuanto a siniestralidad vial en España, con un incremento de casi el 12% en el número de víctimas mortales durante el primer trimestre (por culpa, explicaba María Seguí, directora de la DGT, del fin de la crisis) que se ha ido estabilizando en los siguientes (gracias, según parece, a la nueva política de desplazamiento de radares móviles a carreteras secundarias).
Méritos económicos y políticos al margen, siempre cuestionables dependiendo de quien haga las estadísticas, de lo que no cabe ninguna duda es de que los fabricantes de coches y de componentes son los principales artífices de que los vehículos sean hoy muchísimo más seguros que los de hace apenas una generación atrás.
Dispositivos de seguridad activa como el antibloqueo de frenos ABS primero y especialmente el control de estabilidad ESP después, ambos obligatorios en la actualidad, además de la mejora en el diseño de componentes de seguridad pasiva como las estructuras de deformación programada y los airbags, dibujan un panorama radicalmente distinto al de hace unos años cuando nos poníamos al volante.
El siguiente paso hacia la seguridad «total» lo encontramos en los sistemas de ayuda a la conducción, que incluyen a los de seguridad activa. Se trata del conjunto de dispositivos de seguridad cuya función es detectar un peligro potencial propio (por ejemplo derrapaje de las ruedas o posible vuelco) o externo (otros vehículos u obstáculos) y reaccionar de forma adecuada, bien poniendo en alerta al conductor mediante un aviso visual, sonoro o una vibración, optimizando la respuesta de los sistemas disponibles (desbloqueando los frenos, cortando la inyección, activando frenos de forma selectiva, etc.) y, en los más evolucionados, actuar si no hay evidencia de reacción por parte de quien está al volante.
El sistema de frenado automático de emergencia (AEB) de Bosch es uno de estos últimos componentes. Una centralita interpreta la información procedente o bien de un radar, de una combinación de radar y diversas cámaras o, más recientemente, de una cámara estéreo mucho más compacta y que simplifica el conjunto, estrenada en el nuevo Land Rover Discovery Sport.
El AEB reacciona de forma distinta si se circula en ciudad (a velocidades hasta 40 km/h) o en carretera (entre 50 y 80 km/h). En el primer caso, en cuanto se detecta el obstáculo se activa la frenada de emergencia, aplicando la máxima potencia de frenada disponible para detener el vehículo. En el segundo, en cambio, se prepara el vehículo y los frenos a la vez que se da el aviso, y actúa si no hay respuesta del conductor.
El RACC ha realizado un estudio en el que se estima que en 2014 se habrían podido evitar 1 de cada 5 accidentes si los vehículos siniestrados hubieran llevado instalado el AEB. Ello habría podido salvar 272 vidas, motivo por el cual el club automovilista aboga por implantar este dispositivo como equipamiento de serie obligatorio en todos los coches. Su alto coste, unos 1.400 euros de media, hace que resulte de momento una opción prohibitiva para modelos de segmentos urbanos.