Prueba Renault Mégane dCi 110 EDC Dynamique: evolución natural

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Prueba realizada por Gabriel Esono

Renault es una marca bastante familiarizada con los automatismos en las transmisiones. No quisiera pecar de carca, pero ya en 1994 el controvertido pero simpático Renault Twingo contaba con una versión denominada Easy, que debía su nombre al cambio manual robotizado que montaba.

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En algún programa de televisión de la época, llegué a ver a Alain Prost conduciéndolo y hablando de las posibilidades que ofrecía en conducción deportiva. Aún me río de aquello.

El funcionamiento de aquel dispositivo ha sido, probablemente, la base de inspiración de muchos de los actuales. En esencia, se trataba de una típica caja de cambios manual, en la cual se sustituía el pedal de embrague por un sistema de motores que lo acoplaba y desacoplaba cuando se ejercía presión en la palanca de cambios.

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Mucho ha llovido desde entonces y, aunque Renault ha seguido mejorando el sistema, no ha sido hasta ahora que ha desarrollado una transmisión siguiendo el esquema de moda, el de doble embrague.

Tras la creciente popularidad que el cambio DSG del Grupo Volkswagen ha experimentado en los últimos años, cada vez son más las marcas que están adoptando transmisiones similares para sus modelos.

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Volkswagen, Audi (donde lo llaman S tronic), SEAT y Skoda son, por consiguiente, los fabricantes aventajados, por ser pioneros, en lo que se refiere a suavidad y rapidez de funcionamiento en la caja de cambios. Ford, con el Powershift (lo probamos en el C-Max) y Peugeot en el 4008, también presumen de dispositivos similares. Por encima, estarían ya el PDK de Porsche, el DKG de BMW (qué gran placer en el M3…) y el Speedshift MCT de los AMG disfrazados de

Mercedes-Benz, los típicos ejemplos de aplicación a potencias de alto nivel.
El Renault Mégane no aspira a tanto. Asociado al motor 1.5 dCi de 110 CV, en la Régie han jugado la baza de la eficiencia para hacer de este modelo el primer automático de su gama con el sello eco2, que distingue a sus unidades más respetuosas con el medio ambiente.
Vemos a ver qué implicaciones tiene esto en la conducción diaria.

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El motor diésel pequeño de Renault es ya un viejo conocido en nuestras carreteras. Se trata de un bloque tetracilíndrico de 1.461 cc que, desde su lanzamiento, ha dado muestras de un rendimiento muy satisfactorio en las carrocerías donde ha sido instalado.

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A pesar de que la marca francesa ya tiene preparado un nuevo motor de 1,6 litros de capacidad, acorde con el estándar impuesto por el Grupo PSA Peugeot-Citroën (1.6 HDi) y seguido por el Grupo Volkswagen (1.6 TDI), lo cierto es que la veteranía del 1.5 dCi, al menos en esta versión de 110 CV, no desentona para nada con los modernos common-rail de sus paisanos galos y los del conglomerado teutón.

Antes al contrario, a pesar de que la cifra de par oficial es de 240 Nm a 2.000 rpm, algo inferior a los 250 Nm del TDI 105 y los 270 Nm del HDi 110 (aquí la función overboost algo tiene que decir al respecto), en la práctica la diferencia en cuanto a sensaciones es apenas perceptible. De hecho, en el Renault Mégane, quizá porque no la esperaba, la respuesta desde abajo es más alegre de lo que fue, por ejemplo, en el SEAT Ibiza y más cercana a la del Audi A1 que pasaron por nuestras manos.

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Tampoco creo que haya que extenderse demasiado en el aspecto prestacional, porque para eso ya está la variante 1.9 dCi 130 del compacto francés, que también hemos probado.

Donde hay que buscar la gracia de esta versión, en realidad, es en el cambio de marchas EDC (Efficient Double Clutch) de seis velocidades. Esta opción, que cuesta 1.300 €, es la respuesta de Renault a la transmisión DSG que tanto bien ha hecho para darnos cuenta de que los cambios automáticos también pueden ser nuestros amigos.

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El principio básico, como decía en la introducción, viene a ser muy similar al conocido en otras transmisiones secuenciales con doble embrague. En estas cajas de cambios, la marcha engranada está vinculada a uno de los discos que se solidarizan con el volante de inercia, mientras que la siguiente está ya preparada. Así, cuando se acciona la palanca, la transición entre relaciones es mucho más rápida. En este caso, además, los embragues trabajan en seco, en lugar de hacerlo en baño de aceite, con lo que se reducen las pérdidas por resbalamiento, aunque ello condiciona claramente la suavidad, que no era una de las virtudes de este cambio.

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La ventaja, en teoría, es que se puede optimizar la gestión electrónica para favorecer los consumos. Dicho de otra forma, si no eres un experto en conducción eficiente, el EDC te ahorra la preocupación de tener que estar pendiente de elegir la relación idónea para consumir lo menos posible en cada momento, pese a que ello parece que a tenido que ser a costa de una cierta lentitud a la hora de realizar los cambios.

En cualquier caso, el objetivo parece cumplido. Con este coche fuimos a seguir la carrera del Trofeo Andros que se disputó en Andorra y, a la vuelta, nos regaló un consumo medio de 5,8 l/100 km, uno de los mejores resultados obtenidos en nuestras pruebas, sólo superado por el Fiat 500C 1.3 Multijet y el Audi A1 1.6 TDI. En la ficha técnica oficial, la cifra declarada es de 4,4 l/100 km.

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A pesar de la crisis, el nivel de vida en nuestro país ha subido notablemente en las últimas décadas, y ello se ha visto por ejemplo en que las berlinas medias han ampliado su cuota de mercado frente a los compactos.

Eso, sin embargo, no ha desplazado del todo a este tipo de automóviles, que siguen representando el paradigma de coche apto para todo uso. Y, entre ellos, el Renault Mégane está normalmente entre los mejor reconocidos, tal y como suelen avalar sus ventas año tras año.

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Una de las razones de ello la podemos encontrar en el suave temperamento de sus suspensiones. La comodidad es su signo de identidad y no sorprende que trate con mimo a sus ocupantes.

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Ocurre, sin embargo, que hacer un coche blando sin más está al alcance de cualquiera. Lo que ya no es tan común es encontrarse con un coche que, a pesar de que muestra unas cualidades propias de un coche familiar, su comportamiento cuando las señales pasan más deprisa no da el cante.

El Renault Mégane, incluso con un motor relativamente modesto como este 1.5 dCi de 110 CV, permite tener algún escarceo esporádico con el dinamismo. No es que invite a hacerlo ni que te vaya a despertar mariposas en el estómago, pero tampoco desalienta a la primera curva revoltosa que te encuentras.

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Antes al contrario, su talante subvirador no estremece al eje delantero cuando abusas del pie derecho. Las ruedas traseras, por su parte, aguantan estoicamente los excesos de optimismo y, en caso de superarlos, las reacciones son tan predecibles que resulta muy fácil corregirlas. O resultaría, mejor dicho, porque el ESP es de los que te dejan claro que, desmesuras, las justas.

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La comodidad de las suspensiones tiene una clara continuación en su interior. Los asientos, de mullido más bien blando, inciden en este aspecto, que podría generalizarse para todo lo que está a la vista y se puede tocar en el Renault Mégane.

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Superada ya la fase en la que sorprendía la mejora general de acabados respecto a la tercera generación del compacto francés, del actual queda por decir que es un coche en el que se viaja, en general, muy a gusto.

Incluso la insonorización está razonablemente bien trabajada aunque, en este sentido, cabe decir que al montar un propulsor más pequeño que los tope de gama, a igual velocidad más revoluciones y, por tanto, mayor rumorosidad.

Todos los mandos están en su sitio, salvo el útil dispositivo de control multifunción, que tiene además unas teclas que dificultan un poco su uso. Por el contrario, el hecho de haber delegado en TomTom, uno de los mejores fabricantes de navegadores, le otorga un plus de lo más interesante a esta opción.

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El Carminat TomTom Live cuesta en el Renault Mégane 480,65 € y, teniendo en cuenta que incorpora las mismas funciones que un GPS portátil de los que venden en MediaMarkt o en Fnac, me parece uno de los equipamientos con mejor relación utilidad/precio del mercado.

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La habitabilidad de esta berlina de 5 puertas es notable, incluso en las plazas traseras, mientras que el maletero se mantiene casi en la cumbre de lo que se suele ofrecer en este segmento, sólo 3 litros por debajo de los 408 litros de capacidad del nuevo Citroën C4.

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El Renault Mégane 1.5 dCi 110 es un coche sencillo, sin grandes alardes. Con el acabado Emotion cuesta 19.935 €, un precio que sube hasta los 21.685 € (siempre

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negociables…) si optamos por el más atractivo Dynamique, con su climatizador bizona, los elevalunas eléctricos traseros, llantas de aleación, regulador y limitador de velocidad, radio-CD con Bluetooth, etc.

Si le añadimos el cambio EDC la modestia inicial se vuelve un poco más fingida, porque no en vano se trata de la última tecnología en transmisiones que ha desarrollado Renault.

De nuevo, no parecen excesivos los 1.300 € que piden por la caja de cambios secuencial que, aun sin ser de lo mejor que se ha visto, sí es lo suficientemente buena como para presumir con tus amigos y callarle la boca a tu cuñado.

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Cuando eres niño, sueñas con metas increíbles, piensas que te gustaría convertirte en alguien importante o te imaginas realizando tareas imposibles para la mayoría.

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Luego, con el tiempo, te olvidas de ganar el mundial vestido de rojo, ya no aspiras a convertirte en el primer presidente negro de los EEUU ni sospechas que podrías estar reparando un satélite en órbita.

Algunos lo pasan mal pensando en estas cosas. Piensan que su vida es mediocre y que han fracasado en su propósito de trascendencia.

Otros, en cambio, se dan cuenta de que son los pequeños detalles diarios los que, en definitiva, colman el día a día. Se preocupan de que hijos y su pareja viajen cómodos, o de que al presupuesto de las vacaciones casi no le afecten los kilómetros realizados. Son los mismos que, un buen día, deciden ponerle un cambio secuencia a su vida.

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