Durante muchos años, el Opel Astra fue al Volkswagen Golf lo que el yin al yang, lo que el polo positivo al negativo, lo que el Betis al Sevilla, lo que tú quieras a su opuesto.
Donde el Golf presentaba robustez y calidad de interiores, el Astra oponía talante familiar y amable sencillez; cuando el de Wolfsburg presumía de comportamiento de referencia, en Rüsselsheim hacían los mejores tetracilíndricos de gasolina; uno iba de coche del pueblo a precio de estrella de cine, y el otro se acercaba al pueblo para ofrecerle lo que demandaba.Lo mejor de esta decidida conversión hacia las cualidades dinámicas es que, según dicen, en la marca cada vez se toman más en serio el desarrollo de bastidores acordes con esta filosofía. Vamos a ver cuanto hay de cierto en todo esto.
El bloque 2.0 CDTi es el más gordo de los que Opel ofrece en este momento alimentado por gasóleo para el Astra. Sus 160 CV hacen que las prestaciones del compacto alemán se sitúen bien por encima de la media y, aunque no pueda competir realmente con las hordas de más 200 CV que pueden verse entre los gasolina, son más que suficientes para tocarles la fibra sensible a los chicos de las luces azules.
El rendimiento de este diésel es, pues, muy satisfactorio y permite medias sorprendentemente altas, tanto en largos tramos de autopista a velocidad sostenida, como en revirados trazados de montaña, que es donde realmente sale a relucir un par de récord, gracias a la función overboost. Si el estándar en un motor de este tipo y cilindrada son 350 Nm, que en este caso se entregan a 1.750 rpm, este motor nos regala 30 Nm extra cuando pisamos a fondo de verdad. E inmediatamente, durante unos segundos, tus mofletes se encogen para que tu cara esboce una sonrisita boba. Esta sensación cuenta con el apoyo incondicional del cambio automático de 6 velocidades. Esta transmisión sólo está disponible como opción con el acabado Cosmo, por 1.525 € y, la verdad, ya puestos, sería una pena no apostar por ella. Yo crecí en un mundo en el cualquier conductor que se preciara de serlo jamás renunciaría al control absoluto de la caja de cambios. Quizá este convencimiento tuviera cierta razón de ser en tiempos de nuestros hermanos mayores, pero con la actual generación de trasmisiones automáticas, la raquítica merma en aceleración pura queda compensada, no sólo por las recuperaciones, sino también por su rapidez.El temperamento de este combinado mecánico es en gran parte responsable de que los consumos del Astra superaran por un amplio margen los 5,8 l/100 km de media que declara la marca (4,9 l/100 km en el caso del manual). La mayoría de los más de 1.400 kilómetros que recorrimos con él fueron en carreteras con poco tráfico y pocos radares pero, aún teniendo en cuenta lo poco científico de la medición, los 8,8 l/100 km que marcaba el ordenador de a bordo no pueden considerarse una cifra especialmente baja.
Estas dos teclas delatan la presencia del sistema FlexRide o, traducido a la rimbombante descripción de Opel, la «Tecnología de Estabilidad Adaptativa». Consiste en un conjunto de dispositivos electrónicos que se encargan de modificar los parámetros de actuación de la amortiguación, el cambio y la dirección, según se presione, o no, una de las dos opciones.
Con este conjunto cambio-propulsor el precio del juguete es de 762,42 € y, si te preguntas si merece la pena el invento, yo diría que sí, aunque no sea de los que tiene mucho dinero en el banco. Me explicaré.
Al entrar en un concesionario de la mayoría de marcas que he mencionado en la Introducción, el atento vendedor te ofrecerá el coche de tus sueños, equipado con el motor que siempre deseaste y, con suerte, hasta te dejará elegir el tipo de transmisión. Pero si has leído antes esta prueba y le preguntas acerca de un sistema de suspensión activa, el 90% de los comerciales encuestados responderá con una mirada al techo mientras entona silbando una conocida canción.Y es que eso de poder elegir en cualquier momento cómo quieres que responda tu coche, es un lujo que, por lo general, cuesta no mucho, sino muchísimo más dinero.
De ese modo, cuando te subes en un Opel Astra con este dispositivo, puedes hacer lo que harías con cualquier coche en cuanto te pones a conducir, es decir, nada. O, por el contrario, puedes actuar en función de los sentimientos que te despierte tu suegra. Que es un primor, pues entonces prémiala con la posición Tour, muy cómoda o, mejor dicho, bastante blanda. Si te odia, lo único que tienes que hacer es corresponderle con el modo Sport… En apenas un segundo (más o menos, tampoco me entretuve en medirlo) el acelerador se tensa, la dirección se endurece (aunque yo no noté demasiada diferencia) y, si se tercia, el cambio reduce para prepararse para algo gordo. Si vas por una pista suave y recta, quizá pienses que no ha pasado nada y que tú tienes el día rebelde. Pero hay de ti si se te ocurre pisar una pequeña piedrecita o tomar una curva. En este momento ya no te cabrá ninguna duda: el CDC (Continuous Damping Control) habrá entrado en acción endureciendo los amortiguadores y haciendo, a la vez, la conducción mucho más viva.Si no se buscan los límites del coche, la diferencia entre uno y otro es más de matiz que otra cosa, un pelín blando el primero, casi granito el otro, lo normal. Pero si te da por invertir las tornas, la suavidad se convierte en imprecisión cuando vas muy deprisa, mientras que la Sport, a ritmo tranquilo, es sinónimo de incomodidad y, probablemente, un mayor consumo para nada. Si querías conducción activa, con el Opel Astra y el FlexRide tienes dos tazas.
Detrás la sensación de acogimiento no desaparece por completo, pero al haber menos superficie acristalada disponible, no apetece tanto viajar en esas plazas que, además, tienen poco espacio para las piernas.
El versátil maletero compensa de alguna manera esta diferencia. Aunque sus 370 litros de capacidad están lejos de los 430 litros de, por ejemplo, un Peugeot 308, el Astra ofrece un doble fondo opcional muy útil y aprovechable, denominado FlexFloor (91,49 €). Otra opción graciosa es el FlexFix, que por 457,45 € te permite llevar integrado bajo el piso del maletero un sistema para el transporte de bicicletas.
Como es el tope de gama diésel, su precio de 24.499 € se coloca casi en la cumbre de la oferta del Opel del segmento de los compactos. Siempre se puede renunciar al cambio automático, pero cuando lleves recorridos 200.000 km con él no me vengas con que no te lo advertí.
Y lo hizo sin rechistar lo más mínimo. Cuando la carretera estaba rota, me mecía con la dulzura de la suspensión blanda, y cuando lo que se rompía era la orografía, las esferas inyectadas en color rojo sangre del modo Sport me inoculaban un delicioso veneno que me transformaba, por momentos, en el rival más duro del piloto francés.
Qué más quisiera yo, pero son las cosas que a uno le pasan cuando conduce un coche con tantas personalidades.