Prueba Nissan Pathfinder 2.5 dCi LE: reflejo de sí mismo

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Prueba realizada por Gabriel Esono

¿Qué es un todoterreno? A menudo me hago esta pregunta cuya respuesta tiene tantas variantes como desinteresados candidatos a responderla.

Para algunos, basta con que parezca que su coche puede meterse por cualquier parte. Carrocería alta y de proporciones más bien cuadradas y familiares, ruedas grandes, algún que otro plástico, más decorativo que protector, y poco más.

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Otros, más exigentes, consideran imprescindible, con muy buen criterio, que la tracción se reparta entre las cuatro ruedas, aunque sea sólo de forma esporádica y sin que, en muchas ocasiones, el conductor llegue a percibirlo. La transmisión Haldex, con un embrague en el diferencial central gobernado de forma electrohidráulica, sería el paradigma de este modo de funcionamiento, cada vez más extendido, aunque eso no significa que sea el mejor sistema.

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Con estas características conseguimos agrupar a la gran mayoría de los 4×4 que pueblan el mercado pero, ¿seguro que todos ellos te permiten meterte en berenjenales? Yo diría que no.

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El Nissan Pathfinder es uno de esos coches que van un paso -o varios- más allá de las definiciones anteriores gracias a dos detalles fundamentales. El primero, inexcusable: la transmisión incorpora reductora. El segundo, cada vez menos frecuente, es que su chasis presume de la extrema rigidez que sólo los largueros y travesaños pueden proporcionar, por mucho que algunos todoterrenos de renombre (como el Mitsubishi Montero, por ejemplo) se hayan pasado al monocasco.

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Así pues, en principio se diría que ya tenemos todos los ingredientes necesarios para aventurarnos por pistas más o menos complicadas, pero con matices que luego comentaré.

Aunque por tamaño hay unos cuantos automóviles que se enmarcarían en el cuadro de rivales del Pathfinder, se trata en la mayoría de casos de modelos con un planteamiento algo más ambicioso que el 4×4 fabricado en la Zona Franca. El Land Rover Discovery 4 por arriba, o el SsangYong Rexton como alternativa algo más modesta, serían dos buenas referencias, siempre y cuando se esté buscando un plus de capacidad en el campo que ningún SUV puede ofrecer.

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El pasado mes de mayo Nissan introdujo una serie de cambios estéticos en el Pathfinder, bajo los cuales se ocultaban modificaciones mecánicas de mucho mayor calado. Hoy ya ha entrado en el catálogo el anunciado y lujoso 3.0 V6 dCi de 231 CV que estrenó Infiniti, la rama de los primos estirados de la familia Nissan.

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La motorización que hemos probado, sin embargo, es la que probablemente saldrá en más ocasiones de los concesionarios de Nissan. Se trata del veterano bloque tetracilíndrico de 2,5 litros de capacidad, que ha sido sometido a toda una serie de mejoras que hacen que parezca un motor nuevo.

El 2.5 dCi cuenta con un nuevo sistema de inyección directa common rail que trabaja a 2.000 bares de presión, y también se ha sustituido el anterior turbocompresor de geometría variable, con control hidráulico, por otro con una más eficiente gestión electrónica.

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Hay otros pequeños detalles, pero los mencionados son los más llamativos y los principales responsables de que la potencia haya subido de los razonables 171 CV a unos estupendos 190 CV que, puedes creerme, están bastante presentes en un uso cotidiano de este todoterreno. Más que la potencia, sin embargo, es remarcable su elevado par motor, nada menos que 450 Nm que empujan la enorme carrocería en cuanto la aguja del cuentavueltas empieza a abandonar su zona más oscura.

En carretera no tienes la sensación de estar acarreando con casi 2.200 kg. Yo lo dejaría en apenas un par de toneladas de nada, lo que tampoco está nada mal.

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En el campo la capacidad de sus cuatro enormes pucheros también ayuda lo suyo. Además, se trata de un motor de carrera larga, de modo que aunque declare que la fuerza máxima llega a las 2.000 rpm, mucho antes ya tienes suficiente empuje para afrontar desniveles de alto rango.

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En el caso de que no sea así, el embrague del cambio manual de 6 velocidades de serie está bien dimensionado. Permite jugar con él y soporta un trato excepcionalmente duro aunque, en un 4×4, donde esté un buen convertidor de par, que se quiten las fricciones malolientes. El extra de 1.600 € que cuesta el cambio automático bien merece la pena.

De todas formas, que nadie interprete una crítica al manejo del cambio que, aunque mantiene ese toque de coche duro que uno espera de un automóvil recio como éste, no resulta en absoluto incómodo y tiene un grado de precisión aceptable.

El cómodo accionamiento de la reductora, con la cada vez más habitual ruedecita en el salpicadero, sirve de complemento ideal si eres de los que se pasa más tiempo mirando el cielo y el infierno que el horizonte. En el apartado del comportamiento explico algo más sobre la transmisión.

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El aspecto del comportamiento en carretera lo voy a finiquitar rápido porque es muy fácil y porque sospecho que los que piensan en este coche tienen más interés en saber cómo va en el campo.

Sobre el asfalto, la extrema suavidad de sus suspensiones hace que se traguen lo que sea, pero en cuanto llegan las curvas la carrocería se inclina tanto que la comodidad de los ocupantes queda un tanto resentida. Los neumáticos mixtos, además, avisan muy pronto de donde están sus límites, antes que los del propio coche, con lo que cualquier tentación volantista queda apaciguada de inmediato. No hay que preocuparse por los excesos, porque el control de estabilidad se encarga de atar en corto los eventuales desmanes de su corpulenta figura.

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Otra cosa bien distinta se tercia cuando sustituimos el gris asfalto por terrenos más coloridos. En ellos los tarados de muelles y amortiguadores se alían con el conductor, mientras que el eficaz sistema de tracción total permite moverse con gran soltura, incluso en pistas bastante accidentadas. El hecho de que ya no aparezca por ningún lado una palanca para gobernar la caja de transferencia no debería preocuparnos, porque el sistema

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de control electrónico para conectar la transmisión 4×4 y el grupo reductor funciona rápidamente y sin que percibamos apenas un leve sonido, si aguzamos el oído.

En cualquier caso, es importante tener en cuenta un detalle nada baladí: la ausencia de bloqueo del diferencial central. Esta circunstancia hace que su comportamiento en las situaciones más extremas se vea un tanto comprometido y, de alguna manera, desentona con el talante global del Pathfinder.

En líneas generales es un todoterreno ejemplar ya que, a excepción de su alargada distancia entre ejes, todas sus cotas invitan a aventurarse con él en trialeras.

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Ahora bien, si en una de éstas una rueda pierde el contacto con el suelo, entonces tendremos que tirar de bastante técnica y mucho ingenio para superar ciertos obstáculos. A veces, incluso, es más conveniente usar sólo la tracción trasera. Pero sólo a veces.

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Hablar maravillas del habitáculo del Nissan Pathfinder es hacer un poco trampa, al menos si la unidad en la que te montas cuenta con el acabado más exclusivo, el LE.

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El lujo de la piel, combinado con el más que correcto nivel de ajuste de todos los componentes del interior, te da la impresión de que acabas de subir en un coche de marca premium. Pero no, se trata de un Nissan, marca que se ha hecho popular en nuestro mercado tanto por fabricar robustos todoterreno (aún ruedan por las carreteras y pistas bastantes Patrol pintados de blanco y verde), así como por sus populares turismos.

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El Pathfinder ha heredado la solidez de los 4×4 precedentes de la marca nipona, pero por dentro se percibe un claro y exitoso intento por crear un ambiente muy confortable para todos sus ocupantes, que en este caso pueden llegar a ser hasta siete. Los dos de la tercera fila de asientos puede que protesten un poco, no tanto porque sus plazas sean incómodas como porque el resto irán francamente amplios y bien tratados.

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Como decía, es más fácil hablar bien de un coche cuando está equipado con todo tipo de detalles. Asientos delanteros eléctricos y calefactados, navegador con equipo de audio Premium Bose y todos los artilugios de moda (Bluetooth, MP3, etc.), control de crucero, llave inteligente, alarma e, incluso, climatizador automático con control específico para las plazas traseras. Si quisieras más lujo, entonces estarías buscando otro tipo de coche.

El único pero que le he podido encontrar está en la rumorosidad mecánica. No es que sea excesiva y, de hecho, es mucho más disimulada que la de los 4×4 de apenas una generación anterior, pero está todo tan bien puesto en su sitio que al presionar el botón para arrancar el motor te llevas una pequeña decepción. A veces pienso que lo han dejado así a posta, para que la gente note una clara diferencia con el nuevo y refinado V6.

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Cada uno sabe el dinero que tiene y el que puede gastarse en un coche, pero para mí, cuando la cifra supera los 30.000 €, el nivel de exigencia ya tiene que empezar a ser muy alto.

La mayor parte de lo dicho en esta prueba se puede conseguir por 38.100 €, que es lo que cuesta el básico Nissan Pathfinder 2.5 dCi XE con cinco plazas. Teniendo en cuenta lo que ofrece, parece una cifra bastante razonable.

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A medida que vas pensando en los equipamientos que necesitas, la factura se incrementa de forma sensible, de manera que obtienes las mismas aptitudes pero vestidas con una presentación más cuidada. Así, si te gustó el coche de las fotos sólo tienes que reservar 48.650 €, que son 50.250 € con el cambio automático o bien, ya que estamos, ¿por qué no llegar a los 54.750 € que cuesta el refinado bloque 3.0 dCi de 231 CV, también automático?

Con esto, nos encontramos en una misma gama un coche que puede pasar de ser el burro de carga de un ganadero con familia, al automóvil con el que subir a la casa del monte los fines de semana para ir a cazar. De cada uno depende.

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Qué listos son esta gente de Nissan. Con el Qashqai lo clavaron, ya que vieron antes que nadie que hay mucha gente que no necesita un coche grande para presumir de apariencia de todoterreno. Y con el Pathfinder están haciendo exactamente lo contrario, es decir, limar todas las asperezas a un auténtico 4×4.

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Con el Pathfinder me he metido por sitios en los que no osaría con ningún SUV ni, por supuesto, con ninguno de esos carísimos Range Rover y sucedáneos que han ido apareciendo en los últimos tiempos.

El Nissan Pathfinder quizá tenga menos aptitudes off road que las que sugiere su figura, y Nissan tiene toda la culpa, porque nos había acostumbrado a duros trepadores como el Patrol o los Terrano.

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De todas formas, estoy seguro de que es bastante más capaz que la mayoría y, en cualquier caso, si cometes el error de meterte donde no debías, cuando logres salir de ahí, empapado en sudor, probablemente de lo único que tendrás que preocuparte es de pasarlo por el tren de lavado.

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