Prueba Mercedes-Benz B 180 CDI Autotronic: de casta le viene

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Prueba realizada por Gabriel Esono

Hace algunos años, Mercedes-Benz decidió comenzar a hacer coches diferentes a «los de toda la vida», que no tuvieran nada que ver con las típicas berlinas 4 puertas y sus derivados familiares, ni con los coupés y sus derivados descapotables, ni con los todoterrenos de la vieja escuela que aguantan el tirón comercial década tras década.

El primer resultado de la nueva Mercedes fue aquel controvertido Clase A, con carrocería monovolumen que hizo arquear la ceja a más de uno y con un interior que iba de juvenil. La plataforma tipo «sándwich» fue otra de las novedades, que aportó indudables ventajas en lo que a habitabilidad se refería.

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La tracción delantera pudo suponer una afrenta para los más puristas seguidores de la marca, pero ya puestos a transgredir, objetivamente había pocos o ningún argumento que justificara montar un árbol de transmisión para las ruedas posteriores.

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El Clase A que se comercializa actualmente hereda el nombre del anterior y, quizá, un talante más jovial que el que caracteriza al constructor de Stuttgart. El Clase B, sin embargo, representa más fielmente lo que sería la evolución natural del concepto original, es decir, un coche con carrocería monovolumen de cinco puertas, dimensiones compactas, una cierta altura y habitabilidad interior destacada.

Ellos lo llaman Sports Tourer, por eso de que tiene unas formas afiladas, pero es en realidad es sólo una forma de decir que les ha salido un coche bonito.

Automóviles en el mercado que cumplan requisitos similares a éste los hay a patadas. Desde el pionero Renault Scénic hasta el aún reciente Peugeot 3008, las opciones son prácticamente tantas como marcas generalistas se encuentran en el mercado.

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Están, por ejemplo, las 7 plazas del Opel Zafira y el dinamismo del Ford C-Max, las puertas correderas del Mazda5 y la alternativa del Volkswagen Golf Plus, más similar Clase B de lo que parece a simple vista.

La versatilidad del Citroën C4 Picasso, otro de los superventas del segmento, choca con la originalidad exótica de las 6 plazas del Honda FR-V o con la opción patria, el SEAT Altea, que propone un buen producto y un comportamiento casi de deportivo a un precio razonable.

Sí, todos ellos son coches que cualquiera se podría comprar, pero ninguno de ellos lleva una estrella en la parrilla delantera. Descubramos qué ha hecho este B 180 CDI automático para merecérsela.

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Una marca como Mercedes-Benz está siempre obligada a pagar ciertos peajes que demuestren su carácter elitista. Uno de ellos es el de tener una gama de motores más amplia de lo habitual, lo cual en este caso sucede sólo en la oferta de gasolina. Otro sería que el cambio automático tiene que estar disponible para todas las versiones.

Dicho y hecho, los 109 CV del Clase B 180 CDI son el mínimo razonable para un coche de su peso y dimensiones. Cierto es que en su banco de órganos Mercedes cuenta con una variante más modesta de este mismo propulsor tetracilíndrico de 1.991 cc, pero teniendo en cuenta los 1.470 kg de peso que declara la marca, qué menos que 250 Nm de par para propulsar a este monovolumen con hechuras de coche serio.

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Ahora que la tendencia hacia el ‘downsizing’ está monopolizando paulatinamente todos los segmentos del mercado, resulta llamativo que Mercedes mantenga un bloque de dos litros de capacidad para una potencia que otros fabricantes consiguen con apenas 1,6 litros. Hasta que te montas en él y empiezas a hacer kilómetros.

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Ni el common-rail con inyectores piezoeléctricos, ni los turbos de geometría variable han conseguido aún suplir por completo la sensación de solvencia que proporcionan unos cilindros bien dimensionados. Mercedes así lo entiende, y pese a que la potencia declarada es más bien discreta para los tiempos que corren (el que quiera más, siempre puede apuntar al B 200 CDI), la capacidad de este motor de mantener cruceros elevados es muy notoria.

Ni siquiera es una cuestión de cifras, sino de sensaciones, de notar que cuando llega un repecho no te vas a convertir en carne de transportista, por muy cargado que vayas. En este sentido, el cambio automático Autotronic de variador continuo ayuda lo suyo, ya que funciona con rapidez y eficacia, y cuenta con la suavidad propia de este tipo de transmisiones.

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Resulta difícil entender, no obstante, por qué decidieron que para subir y bajar marchas de forma manual era mejor accionar la palanca a izquierda y derecha que hacerlo hacia delante y detrás, como hace casi todo el mundo. ¿Signo de identidad, o es que consideran que el cambio es tan bueno que a nadie le apetecerá soltar la mano derecha del volante?

En lo que atañe al consumo, las medias se mantuvieron entre los 7 y los 8 litros, lo cual, sin ser un prodigio en comparación con lo que se estila entre los coches de su tamaño, no deja de tener mucho mérito, teniendo en cuenta la cilindrada, peso, aerodinámica y el cambio. Es decir, que en realidad gasta poco para lo que este coche es.

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Antes de desarrollar este apartado sería conveniente hacer dos matizaciones: la primera es que a pesar del aspecto un tanto dinámico de su carrocería, el Mercedes-Benz Clase B es un monovolumen en toda regla y no pretende ser otra cosa. La segunda es que con la suspensión sport opcional que montaba nuestra unidad de pruebas, sólo le falta ponerle el alerón para sentir que se está llevando algo parecido a un coche deportivo.

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No exagero, porque realmente el aplomo del Clase B sorprende por completo. Acostumbrado al talante comodón que los fabricantes generalistas suelen imprimir a sus coches más descaradamente familiares, encontrar una pisada tan firme sobre el asfalto en una carrocería relativamente alta como ésta es una auténtica novedad.

La calidad de las suspensiones, sin recurrir a una configuración revolucionaria, tienen mucho que ver en la forma como este familiar -insisto- se comporta, y no sólo la dureza que se le supone a la configuración sport. Mantiene la trayectoria hasta un límite muy alto y, superado éste, la única tendencia sería la de subvirar, si no fuera porque el ESP está siempre atento, aunque no tanto como para que, ingenuos de nosotros, dejemos de sentir que tenemos el control de la situación.

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Sin llegar a la agilidad de un buen compacto, en curva lenta la inclinación de la carrocería es relativamente contenida y la dirección ayuda bastante a luchar contra las inercias propias de su peso y de su centro de gravedad, privilegiado en tramo urbano pero un tanto sangrante de camino a Navacerrada. Nada que un ritmo de marcha sensato no pueda solucionar.

En vías abiertas la cosa incluso mejora, cosas del rancio abolengo, supongo. La absorción de las irregularidades es propia de coche de segmento superior y será muy difícil que este motor llegue a poner en aprietos al elaborado bastidor. De los frenos, ni te enteras, porque aguantan lo que les eches sin rechistar.

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Tras el intento de hacer más juvenil el salpicadero con el primer Clase A, la segunda generación de éste y el Clase B volvieron a lo que es de esperar de un Mercedes-Benz: dentro, alegrías las justas.

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El interior es sobrio hasta decir basta y deja bien claro que se trata de un coche serio. Luego cada uno se lo tomará como quiera, pero en principio las líneas de la consola central, los colores y los materiales no dejan ninguna duda del origen germánico de este coche.

La consecuencia inmediata de ello es que todos los mandos están en su sitio, los ajustes son perfectos y no intuyes que con el tiempo vayan a dejar de serlo. Luego está eso de la postura al volante, por si eres de los que quiere conducirlo, y ya te digo ahora que lo más probable es que la encuentres la tuya en segundos, independientemente de tu altura y complexión. Ahora bien, la sujeción lateral de los asientos es como su dureza, la justa y necesaria, pero sin alardes.

Si te sientas delante, por tanto, irás bien, pero si te sientas detrás, irás como un rey, con un espacio para las piernas envidiable en un coche de 4,27 metros. Se echa de menos algún hueco extra para guardar objetos en el interior. No es que no esté servido de ellos, pero un poco más de esmero en desarrollar la practicidad que sugieren sus proporciones no habría estado de más. El maletero, con 544 litros de capacidad, es también uno de sus puntos fuertes.

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La última actualización de precios de Mercedes-Benz ha colocado al B 180 CDI en 27.050 € tal como viene de serie. Con el recomendable cambio automático Autotronic, hay que sumarle 2.361 €, más 211 € si quieres las levas en el volante.

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El no menos recomendable paquete deportivo incluye los faros antiniebla, el tren de rodaje «divertido», las llantas de 17″, los retrovisores exteriores abatibles eléctricamente y el tapizado de los asientos en combinación de tela y símil piel, y cuesta 1.761 €.

Otros elementos como el climatizador Thermotronic (693 €) o la pintura metalizada (611 €) también podrían estar en la lista de habituales, aunque las posibilidades de personalización son tan extensas como cabría esperar en la marca.

Lo que obtienes a cambio, sin embargo, es difícil de medir con dinero. Por una parte, adquieres la garantía de que se trata de un coche desarrollado con unos estándares de calidad muy altos, algo que se percibe desde el momento en el que abres por primera vez la puerta.

Por la otra, sabes que todo el mundo a tu alrededor pensará cosas de ti. Llámalo admiración, llámalo envidia. ¿Y qué?

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¿Mercedes sí o Mercedes no? Esta cuestión tiene más enjundia de lo que parece. Cuando piensas en adquirir un vehículo y miras a una de las marcas premium, a un lado de su cabeza puedes oír como un diablillo alado te empuja a gastarte el dinero, insiste en lo importante de la apariencia y en el qué dirán de ti si no te lo compras.

En el lado opuesto las verdades como puños del angelito te hacen torcer el gesto, que si al fin y al cabo todos tienen cuatro ruedas, en que lo importante es el interior, en qué dirán de ti si te lo compras…

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Y ahí estás tú, con el deseo indisimulado de comprarte un coche que diga cosas de ti sin que tengas que abrir la boca. Para eso ya están los demás. Sabes que es bueno, y no sólo porque se presupone, sino porque lo es.

Pero claro, no puedes evitar preguntarte si realmente vale lo que cuesta. Seguramente no, si nos ceñimos al dinero. Lo que ocurre es que cuando te compras un Mercedes, estás comprando algo más que un coche, le disguste a quien le disguste.

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